Juventud Comunista de Zamora
Reconocemos lo que de progresivo tiene este movimiento que de forma sorprendente ha conseguido llenar las calles de gentes que parecen estar hartas de ser los depositarios de una herencia futura repleta de desastres sociales.
A pesar de su apariencia novedosa, por haberse vertebrado desde las redes sociales, la problemática que plantea el movimiento 15- M es bastante antigua. Los comunistas debemos apoyar este movimiento de masas, pero ello no nos exime de poner sus contradicciones al descubierto, al contrario, nuestra posición ideológica y política respecto al resto de nuestra clase, nos obliga a plantear estas contradicciones ante el ala más consecuente de este movimiento, ante el sector que aunque no de forma clara, representa los intereses de la juventud proletaria en el interior de este movimiento de masas.
El denominado movimiento del 15-M es víctima de su tiempo. Un tiempo en que el embate histórico del revisionismo, de la praxis equivocada, de la mala comprensión y la perversión de la ideología proletaria ha colocado a las masas en posición de defensa frente a cualquier sistema de ideas que no disocie al pensamiento individual del sujeto colectivo. La Hegemonía, entendida cómo superestructura ideológica del sistema asienta sus pilares sobre el proceso de la construcción de la conciencia desde la individualidad, como negación de lo social, demostrando así la tendencia histórica de todas las ideologías que no plantean la transformación radical de “lo que llamamos sociedad” a ser convergentes con el Capital.
Actualmente la posición mayoritaria de todos los que integran el movimiento parte desde el axioma de que el individuo es algo separado de lo que cómo parte integrante le pertenece de un modo natural, convirtiéndose así en la más acabada representación de la tendencia radical del pensamiento pequeño burgués, del “yo”, en un sentido absoluto como afirmación de la esencia de éste. Pero lejos de lo que la mayoría de las gentes que engrosan este movimiento piensan, sus ideas no son suyas porque son el resultado de un proceso histórico, de la lucha de clases. Las ideas dominantes que sobrevuelan el cielo del 15-M son el resultado de la derrota histórica del proletariado, de la agonía política en la que hoy se encuentra el movimiento obrero. La utilización de conceptos aclasistas como “ciudadano” (del que ellos no forman parte dado que no son depositarios de ninguno de los derechos que por ser tales le son otorgados, dado que de ser así si no estarían dentro del movimiento) denota por un lado que como definía uno de los manifiestos aprobados en la asamblea de la Puerta del Sol, “no importa la ideología que tengamos, ni tampoco la clase social a la que pertenezcamos”, cuando precisamente las masas que integran principalmente este movimiento son obreros desempleados o jóvenes estudiantes con brillantes curriculums en proceso de proletarización, que servirán para aumentar el valor añadido a la plusvalía extraída. Se podría hablar de un movimiento, aunque no es obviamente una excepción en los tiempos que corren, que hace gala de su alienación, que hace colocarse a las masas en un ficticio status ciudadano consignatario de los supuestos derechos que la democracia burguesa le otorga.
A pesar del “y sin embargo se mueve” lo cierto es que sin la herramienta adecuada nunca el trozo de hierro que es aún este movimiento, por muy buena voluntad que tenga, podrá tomar forma.
Y decimos “buena voluntad” porque en efecto la hay. Lejos de las teorías conspiranóicas patrocinadas por los mass media, por la extrema derecha, por el gobierno o por muchos de los que se proclaman anticapitalistas, los que participamos en este movimiento observamos que en él entran en colusión, aunque de forma poco clara, dos líneas políticas antagónicas: una tendente a reformar la democracia burguesa, otra destinada a forjar una democracia para las clases productoras en confrontación con las instituciones existentes, que tan solo sirven a la burguesía, a la burocracia estatal o la aristocracia obrera. Reproducir lo viejo o construir lo nuevo, apuntalar los intereses del gran capital o socavarlos cimentando una nueva sociedad. En definitiva, burgueses y proletarios. La lucha de clases reflejada en un movimiento que aunque quiera escapar del devenir histórico de la sociedad de clases, no puede hacerlo.
Y aquí es donde entra en juego el movimiento obrero revolucionario, aquí es donde se demuestra el papel de vanguardia del movimiento comunista. Masas descontentas, aún no encuadradas por el Estado que destacan de entre ellas a sus agitadores, a sus organizadores… que abren la brecha para dotar al movimiento de ideología proletaria y fijarle objetivos democráticos consecuentes. Masas y vanguardia práctica de éste movimiento que carecen de ideología revolucionaria pero que ante un discurso antagónico respecto del dominante no dudan en señalar a lo que entienden como su vanguardia, la cual está obligada a no mirar a otro lado, sino a caminar de frente para realizar su labor de elevar ideológicamente a las masas sin partido ante las cuales muchos de los pregoneros del resistencialismo y el sindicalismo se han visto desbordados, palideciendo ante las masas henchidas de rabia en las calles y refugiándose ante su perenne discurso de predicar que se va a hacer para luego, en los momentos de verdad no hacer nada, salvo pedir el voto a quienes se han hartado de votar.
No pecamos de optimismo ante el 15-M, conocemos de sus limitaciones pequeñoburguesas en cuanto a ideología, política y organización. Limitaciones lógicas de un movimiento espontáneo que no surge desde lo consciente sino desde el desengaño que provoca ante las masas la paz imperialista en tiempos de crisis. Pero no por ello vamos a renunciar a estar con las masas, sino que debemos intentar dotarlas de conciencia revolucionaria pues es solo a través de ella, conformada como núcleo de unidad y acción, como se puede derrocar el orden social vigente organizando a las masas para que ejerzan su democracia, para que experimenten su dictadura de clase y comprendan que la democracia no es un abstracto interclasista, sino un instrumento de imposición de los intereses de las clases sociales: o bien de la burguesía o bien del proletariado.
Juventud Comunista de Zamora.