Gregory Clark
Ahora que en los mentideros de los medios mendaces se azuza el recuerdo de la supuesta matanza de Tiannamen, conviene echar mano de aquellos informes que desmienten tal masacre y que no han tenido eco en las plataformas hegemónicas. Los violentos incidentes y las muertes habidas (sobre todo de soldados) sucedieron fuera de aquel lugar.
¿Qué sucedió realmente en la Plaza Tiananmen en la noche del 4 de
junio? Afortunadamente contamos con algunos informes de testigos
visuales, y todos dicen lo mismo: ABSOLUTAMENTE NADA.
Graham Earnshaw, un corresponsal de Reuters, pasó la noche entera
cerca del emblemático monumento en el centro de la plaza de Tiananmen,
el supuesto lugar de la masacre.
Allí entrevistó los estudiantes con todo detalle, hasta que las
tropas supuestamente masacradoras llegaron finalmente por la madrugada.
Como él mismo escribe en sus memorias: “Yo era probablemente el único extranjero que vio la evacuación de la plaza desde la misma plaza“.
Él confirma que la mayoría de los estudiantes que estaban allí ya se
habían ido en paz mucho antes de esa noche, y que los pocos cientos
restantes fueron persuadidos por las tropas a hacer lo mismo.
Su relato es confirmado por Xiaoping Li, un antiguo disidente de
China, ahora residente en Canadá, que escribe últimamente en Asia
Sentinel y que cita al nacido en Taiwán Hou Dejian, que había estado en
la huelga de hambre en la plaza para mostrar su solidaridad con los
estudiantes:
“Hay gente que dice que murieron
200 personas en la Plaza y otros afirmaron que al menos murieron 2.000.
También hubo relatos de tanques pasando por encima de los estudiantes
que estaban tratando de salir. Tengo que decir que yo no vi nada de eso.
Yo mismo estuve en la plaza hasta las 6:30 de la mañana“.
“Me quedé pensando,” continuó, “¿Vamos a utilizar la mentira para atacar a un enemigo que miente?”
Luego está el reciente libro (sólo en español, por desgracia) del
embajador de Madrid en Beijing en ese momento, Eugenio Bregolat, que
niega airadamente las historias de la masacre.
Señala que el canal de TVE España
tuvo un equipo de televisión en la plaza la mayor parte de la noche, y
que si hubiera habido una masacre ellos habrían sido los primeros en
verlo y grabarlo.
Demuestra que la mayoría de
los informes de una supuesta masacre fueron hechos por los periodistas
que se ocultaban en el seguro refugio del Hotel Beijing, a cierta
distancia de la plaza.
¿Qué fue lo que pasó?
Cierto, mucho de lo que sucedió en otros lugares en Beijing esa
noche fue horrible. El gobierno había permitido a los estudiantes que se
manifestaban a favor de la democracia ocupar su histórica Plaza de
Tiananmen durante casi tres semanas, a pesar del daño causado, o que
sería causado, al prestigio del sistema cuando llegaban dignatarios
extranjeros (incluyendo a Gorbachov) y cuando los medios de comunicación
occidentales se reunían para cubrir las manifestaciones, por no hablar
de las molestias al tráfico, los problemas de recolección de basura,
etc.
En dos ocasiones miembros de alto rango del gobierno de Deng
Xiaoping, como el jefe del Partido Comunista, Zhao Ziyang, habían
tratado infructuosamente de negociar acuerdos con los estudiantes –
acuerdos que algunos de los líderes estudiantiles desde entonces han
dicho que deberían haber aceptado. Finalmente, las autoridades perdieron
la paciencia y enviaron tropas desarmadas a Beijing para desalojar la
plaza.
Pero esos soldados habían sido rápidamente repelidos por barricadas
colocadas por las airadas multitudes pro-estudiantes que habían estado
reuniéndose en Beijing durante varios días.
Al día siguiente, se enviaron tropas armadas para hacer el trabajo.
Éstas encontraron enseguida multitudes hostiles, pero esta vez siguieron
avanzando y en esta ocasión algunos en la multitud comenzaron a lanzar
cócteles molotov.
Decenas de autobuses y vehículos que transportaban tropas fueron
incendiados, algunos de ellos con sus tripulantes atrapados en su
interior.
No es sorprendente que las tropas en gran medida no entrenadas
sintieran pánico y comenzaran a responder con fuego a las multitudes
atacantes.
Como resultado de ello se dice que murieron cientos de personas, incluyendo algunos estudiantes que habían venido de la plaza para unirse a la multitud. Pero las muertes fueron resultado de un motín, no una masacre deliberada. Fue provocada por los ciudadanos, no por los soldados. Y no ocurrió en la Plaza de Tiananmen.
Nace el mito
¿Y entonces por qué todas esas informaciones de soldados sacados a
la calle deliberadamente para crear una “masacre” en la Plaza Tiananmen?
En un bien documentado artículo de 1998 en el Columbia Journalism Review titulado “Informando sobre el mito de Tiananmen, y el precio de una prensa pasiva”, el ex jefe de la oficina en Beijing del Washington Post, Jay Mathews, sigue la pista de lo que él llama “las espectaculares narraciones que reforzaron el mito de una masacre de estudiantes.”
Éste llama la atención sobre un documento ampliamente difundido por
un supuesto estudiante universitario que escribió en la prensa de Hong
Kong inmediatamente después del incidente, que describía las
ametralladoras derribando a los estudiantes frente al monumento de la
plaza (de algún modo la Reuter de Earnshaw, que estaba tranquilamente
charlando con los estudiantes frente al mismo monumento, no se percató
de ello).
Mathews agrega: “El New York Times
dio a esta versión una enorme difusión el 12 de junio, justo una semana
después del acontecimiento, pero no se encontraron pruebas para
confirmar esta narración o verificar la existencia del supuesto testigo.
Y tengo mis sospechas por buenas razones; el informe misterioso era muy
probablemente el trabajo intoxicadores de información gubernamentales
de EE.UU. y del Reino Unido, siempre interesados en colocar historias
anti-Beijing en medios despistados o colaboradores”.
Mathews llama la atención sobre el hecho de que el reportero del New
York Times, Nicholas Kristof, que había estado en Beijing en esa época,
desafió la información al día siguiente, pero su artículo fue enterrado
en una página interior y por lo tanto “el mito siguió viviendo.”
Irónicamente, éste fue el mismo Kristof cuya colorida información
sobre las acciones militares durante el motín había ganado un reputado
premio de periodismo y ha hecho mucho para consolidar la historia de la
“masacre”. En todo caso su empeño tras el acontecimiento en desafiar la
falsa información de Hong Kong en su propio periódico merecía el premio.
Debo añadir que la tradición del New York Times de ignorar cualquier
cosa que contradiga sus dogmas favoritos, en especial en lo que a China
se refiere, sigue viva.
En 2004, una pieza anti-Beijing del escritor de la página de opinión
del Times, David Brooks, afirmaba sin cortarse un pelo que 3.000
estudiantes fueron masacrados en la plaza. Tanto el periódico como
Brooks en su blog, se negaron a publicar la réplica que les envié.
Otra fuente clave del mito original de la masacre, Mathews dice, fue
el líder estudiantil Wu’er Kaixi, que afirmó haber visto a 200
estudiantes abatidos por disparos en la plaza.
Pero, señala, “se comprobó que él dejó la plaza varias horas antes de los acontecimientos que el describió“.
Mathews también menciona un informe inexacto de la BBC sobre la
masacre, elaborado en el Hotel Beijing, desde el que no se podía ver la
plaza.
La verdadera historia
La ironía de todo esto, como señala Mathews, fue que todo el mundo,
incluido él mismo, se perdió la verdadera historia. Esta no era cómo se
trató a los estudiantes, que hacia el final de su sentada habían
decidido deliberadamente buscar problemas y crear una sensación global
forzando al régimen a enviar tropas.
La verdadera historia, como también señala Earnshaw, fue el levantamiento de las masas de civiles en contra de un régimen cuya mano gris de corrupción, opresión e incompetencia desde los días de la Revolución Cultural de los años sesenta y principios de los setenta había reducido a una población entera a un resentimiento a punto de entrar en ebullición.
Fue la preocupación y la vergüenza por esta rebelión del
proletariado en vez de por las peticiones de democracia de los
estudiantes lo que explica la crueldad de la posterior represión del
régimen contra los presuntos autores.
Puedo confirmar estos sentimientos anti-régimen por haber visitado
China en varias ocasiones desde principios de los años setenta.
A pesar de haber organizado en solitario, por la oposición de
Canberra, un equipo de tenis de mesa de Australia para unirse a la
importantísima diplomacia del ping-pong, yo también sufrí el acoso de
autoridades intolerantes y cerriles.
Uno sólo tenía que caminar por los callejones de ciudad,
especialmente en Shanghai, para sentir el estado de ánimo palpablemente
sulfurado de las masas frustradas.
Pero esa es la China de entonces. Hoy tenemos una China muy
diferente, y una demasiado importante como para ser sometida por la
intoxicación informativa de la CIA/MI6 sobre mitos de masacres y por la
credulidad de los medios occidentales.
Lo peor es la forma en que los mismos medios de comunicación olvidan felizmente matanzas de estudiantes muy públicas que se han producido en otros lugares: México en 1968 y Tailandia en 1973, para empezar. Allí no se vio ningún intento de negociación por parte de las autoridades.
Las tropas se movilizaron de inmediato. Cientos de personas
murieron. Sin embargo, México y Tailandia no estaban en la lista de
regímenes a los que los medios de comunicación y los intoxicadores de
información les encanta odiar. Así que las historias de masacres fueron
pronto olvidadas.
El uso distorsionado de las fotos han ayudado en gran medida a
sostener el mito masacre de Tiananmen. Una mostraba a un estudiante
solitario deteniendo a una fila de tanques del ejército, se supone que
para demostrar la valentía del estudiante frente a la maldad militar.
De hecho, nos dice que al menos una unidad militar demostró
moderación frente a las protestas estudiantiles (los informes de la
Embajada de los EE.UU. en Beijing y en otros lugares confirman esto,
diciendo que sólo una unidad “gamberra” fuera de control fue la
responsable de la mayor parte de las cosas feas no provocadas que
ocurrieron esa noche).
Las fotos de filas de camiones del ejército ardiendo también se se
utilizan, como si probaran el comportamiento brutal de los militares
contra civiles inocentes.
De hecho, demuestran exactamente lo contrario, es decir, un
comportamiento bastante brutal por parte de civiles que conducen a la
muerte a unos pocos soldados bastante inocentes.
Mientras tanto, vemos poco apoyo en las fotos para la otra versión
de la historia. Earnshaw llama la atención sobre cómo una foto de un
soldado chino colgado y quemado hasta quedar carbonizado fue retenida
por Reuters. Dramáticas fotos de soldados chinos incinerados o colgados
de puentes aún tienen que ser mostradas por los medios de comunicación
occidentales.
Las fotos de varios estudiantes muertos en un portabicicletas en la
periferia de la plaza son más convincentes cuando se trata de hacer la
crónica de la brutalidad militar.
Sin embargo, los informes desclasificados de la Embajada de EE.UU. en Beijing en ese momento (que solían ser puestos en su totalidad en Internet y que confirmó los relatos de Earnshaw/Hou sobre los acontecimientos de la plaza, pero que desde entonces han sido considerablemente censurados) registraron que el asesinato de un soldado que trataba de entrar en la plaza por parte de los estudiantes, había provocado la violencia en la periferia de la plaza.
La onda expansiva de Tiananmen
Los daños causados por el mito de Tiananmen han sido enormes. Y
continúan. Se ha utilizado en varias ocasiones por los halcones de
Occidente para mantener una prohibición oficial de venta de armas
occidentales a Beijing.
Incluso fue utilizado para rechazar una solicitud al Reino Unido de
material antidisturbios que, Beijing dice, habría evitado la violencia
de 1989.
La próxima vez que haya problemas con el régimen ¿tiene Beijing que
volver a enviar soldados sin entrenamiento y muertos de miedo para hacer
frente a la ira de la multitud?
El líder chino Li Peng fue más tarde citado cuando dijo que China
necesita entrenar a las tropas en el control de disturbios si se querían
evitar futuros incidentes. Ni que decir tiene que el comentario fue
distorsionado para que pareciera como si él estuviera apoyando la
masacre de Tiananmen.
Una importante lección que se extrae de todo esto es la necesidad de controlar las operaciones occidentales de intoxicación informativa. Pocos parecen darse cuenta de la profundidad de su penetración en los medios de comunicación occidentales.
A lo largo de la guerra de Vietnam los desinformadores británicos
dirigían algo que se llamaba Forum Features, haciéndolo parecer como si
un grupo de intelectuales y comentaristas de altos principios estuviera
cooperando para el beneficio de los lectores y de la humanidad.
De hecho sus mensajes distorsionados insidiosamente hicieron mucho
para perpetrar otro mito anti-Beijing: que los chinos fueron los
responsables de las hostilidades de Vietnam.
En cuanto a su responsabilidad por las muertes de millones de
vietnamitas, cuanto menos se diga mejor. Sin embargo, por su enorme
éxito en la creación del mito masacre de Tiananmen, aquí realmente se
merecen algún tipo de premio.
Durante al menos una década, y en cierta medida justo hasta hoy, han
impedido una comprensión inteligente de una nación muy importante y de
su líderes. ¡Bravo!
Gregory Clark
1.- Gregory Clark (nacido el 19 de mayo 1936 ) es un diplomático,
periodista, escritor y educador residente en Australia en Japón desde
1969. Clark nació en Cambridge , Inglaterra , donde su padre Colin Clark
era un experto en estadística de la Universidad de Cambridge. La famila
se trasladó a Australia unos años más tarde y Clark se crió allí . Se
matriculó en la Universidad de Oxford a la edad de dieciséis años.
Después de graduarse de Oxford se unió al Servicio Exterior de Australia
en 1959 , con la que estuvo destinado en Hong Kong y Moscú, pero
abandonó el servicio exterior en 1965 debido a su oposición a la guerra
de Vietnam, dedicándose a estudiar chino y ruso. En 1969 fue nombrado
jefe de la oficina de Tokio para el periódico The Australian. Clark es
un colaborador habitual de The Japan Times.
2.- Graham Earnshaw es escritor y empresario que comenzó su carrera
en China en la década de 1970 como periodista. Primero vivió en Beijing
en 1979 y ha escrito varios libros como Tales of Old Shanghai, publicado
en 2008.